domingo, 14 de septiembre de 2014

...guardes la llave allen y de vez en cuando aprieta los tornillos de tus muebles

Refrito de Bien Bien. 31.08.2012. A lo largo de los años me he reafirmado en la idea de que los lazos son la base de la amistad y el amor, de las relaciones al fin y al cabo. Hay lazos que nos vienen impuestos, como los familiares, otros lazos se crean casi inevitablemente, en el cole, en la universidad, en el trabajo, en el bar donde tomas las cañas los sábados... y otros lazos aparecen de forma casual, en la cola del súper, en el gimnasio, jugando al apalabrados, en mil y un lugares y situaciones... En cualquier caso, los lazos van aumentando y poco a poco se van anudando nuevos lazos en las relaciones, reforzándolas, o al contrario, se van aflojando poco a poco y en muchos casos llegan a desaparecer sin darse uno cuenta.

Creo que no hay que dar por hecho que hay lazos indestructibles, como los lazos con los hijos. Es indudable que el amor de un padre a un hijo es incondicional, pero los hijos crecen e inevitablemente sus intereses van evolucionando, como lo hicieron en nosotros mismos cuando fuimos pasando por las distintas etapas hasta llegar a la madurez. Y creo que si nosotros, como padres, no vamos creando nuevos lazos más allá de los naturales, al final, nuestros hijos nos verán simplemente como padres, en el mejor de los casos con respeto y cariño, pero sin nada más en común que el lazo impuesto por la genética.

Todos estos años he sido cuidadoso creando lazos con mi hijo, desde rezar todas las noches a ese angelito que tanto nos ha mimado, hasta pintar paredes, jugar a videojuegos, cortar el césped, andar en bicicleta o realizar proyectos de lo más variopintos, pero siempre juntos, creando lazos. Estos lazos ya están dando pasos a otros lazos, pero ya no conmigo, sino con sus amigos y en un futuro con la familia que él construya a través de sus propios lazos, es la vida, es lo justo, y es lo que yo quiero para mi hijo, que construya lazos fuertes como los que yo también construí.

Pero hay algunos lazos que puede que perduren, y que podamos mantener, más allá de los suyos propios y los que la genética y el carácter nos deparen, porque los labramos año a año y hacemos de ellos más que un lazo, una tradición. Ya son años los que llevamos mi hijo y yo haciendo el descenso del río Sella, desde Arriondas hasta Ribadesella, verano tras verano, solos o con distintos acompañantes, pero siempre nosotros dos como mínimo común múltiplo de la actividad. Espero que este lazo perdure cual nudo gordiano.

Por eso, parafraseando a los de Ikea yo digo que guardes la llave allen y de vez en cuando aprieta los tornillos de tus muebles, aprieta los cabos de tus lazos de vez en cuando para que el amor o la amistad que anudan no se vengan abajo, como un mueble barato. Te quiero hijo mio.

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